Los Agachados

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Más que una forma de comer, de ahi el nombre, es una oda a la comida cruceña y su folklore. Las kjaras se sirven solo los viernes, porque estás ricas chuletas pueden blindar el estomago para un fin de semana entero de fiesta. Por otra parte, quien pasa hambre de noche es porque no salió, no hay otra respuesta para no comer las hamburguesas de Santa María que velan por nosotros en cualquier momento de la noche. Y para los carnivoros de día están los famosos calditos, porque no hay sopa que valga sin un plato de carne encima. Así es, la carne y la yuca son sinónimos de la hospitalidad en esta rica tierra, y también son parte básica de su vocablo gastronómico. Por eso, es indispensable saberlas conjugar en toda hora y lugar para mantener un rico y genuino dialogo con esta ciudad, en la cual, sin problema alguno, se puede comer rico a toda hora, incluso cuando los demás duermen. 

Cortes vacunos habrá muchos, de acuerdo a cada país, pero el pacumuto de jiba –más que un corte y un plato– es un concepto mismo de comida cruceña. El pacumuto de jiba es la gloria misma en formato brochette: sabor variedad y por supuesto versatilidad para comer. Pero es también un peligro, porque se arranca por uno, pero no queda claro el límite para parar. Al mismo tiempo, a dos anillos de distancia, sucede una de las mejores combinaciones para explicar a esta tierra: majadito (suave, tierno y jugoso), con una riquisima carne, al lado. El gusto de este plato es una síntesis total de Santa Cruz: amable, rico y tan generoso como su gente. Esta combinación es un clásico absoluto, por eso es imperdonable no probar las patillas de la Banzer. Cerramos con el asadito de Lalelilolu, gusto, ají y color para coronar la noche y bendecir esta tierra. Riquisima carne en todas sus expresiones, con calidez y excelente trato en cada una de las versiones. Esto son los agachados, una festival de comida urbana que vale la pena probar en cada una de sus estaciones.