Le gusta Sopocachi, nunca lo había caminado de noche.
Le gusta el perpetuo cambio de temperatura que trae el atardecer paceño y cómo la zona residencial va invocando la noche con alcohol mientras los cafecitos se transforman en bares. Y así, sin darse cuenta, llega, aunque por la puerta no entiende muy bien si es el lugar. Al subir siente poco a poco que el ritmo apetente de la noche lo guía, al igual que el sensual aroma del famoso lechoncito –sin lugar a dudas el personaje principal de la velada–. A su alrededor jazz, personas tan distintas como amigables, tragos de colores y sabores especiales, algunos fijos, otros que viven solo un par de días para dar paso luego a nuevas especies, según el evento y el sinfín de actividades.
El sabor de la noche le gusta, la compañía también, acá todxs son bienvenidxs. El aire a cierta bohemia se materializa, eso que solo conocía en y a través de narradores bolivianos. La famosa noche paceña habita amigablemente entre estas paredes.