Senda Verde

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Compartiendo sonrisas y contacto con los voluntarios y los animales, acá comprendemos la importancia de evitar el cautiverio y promover la vida silvestre; pero también aprendemos del cuidado, de las maternidades simbólicas que crean los animales con los humanos, y sobre todo tenemos una lección de mucho mucho cariño.

Las ramas –verdes, borrosas, imposibles de tocar– pasaban a distancia bajo esa nueva barrera invisible que no conocía antes, las ventanas de un camión en movimiento. Lejos, atemorizado, era visto con nuevos ojos, que no eran de madre, ni de la manada; ojos de exotismo, de curiosidad, de domesticación. Su captor no era mala persona, apiadado por las palabras de la madre simbólica de muchos futuros animales, se convence de dejar el monito recién capturado y parar el tráfico. Así inicia Senda Verde, un hermoso refugio que comenzó con un monito y ahora aloja a más de novecientos animales. Si bien muchos no somos conscientes del inmenso tráfico ilegal de animales que hay en Bolivia, quizá tampoco estamos enterados de lo lindo que es tomar contacto con la causa, con su cuidado, con la colaboración del refugio: monos, osos, ciervos, jabalíes de monte, tortugas y aves de todo tipo son algunos de los hermosos seres cuidados en las mejores condiciones posibles por los voluntarios. Una conmovedora guía, comer o tomar algo en su lindo restaurante o incluso pasar una noche ahí son algunas de las formas de colaborar; no solo es fácil, es una experiencia de lo más grata. Conciencia, empatía y un lindo aprendizaje de cariño es lo que acá nos espera.